V Festival Contemporáneo | DifrAcción Ensemble
La formación canaria DifrAcción Ensemble cuenta con una trayectoria de casi una década, de la que el Festival Contemporáneo -que organiza el Gobierno de Canarias- ha sido testigo y colaborador durante los últimos años. Regresan en esta V edición para ofrecer un programa de autoría internacional con obras de los siglos XX y XXI y en el que también asumirán el estreno de una pieza de autoría canaria. Todo ello bajo la dirección de José María Vicente.
Flauta: Ana Isabel Rodríguez Martín
Oboe: Laura María Delgado García
Clarinete: Francisco Suárez Hernández
Percusión: Andrea Domínguez de Dios
Violines 1: Pablo Araya Betancort
Violines 2: Juan Marcos Depetris
Violas: Ewa Janina Moszczynska
Violonchelo: Ángel Luis Quintana Pérez
Contrabajo: Juan Carlos Baeza Cardarello
Piano: Gustavo Díaz Jerez
Director: José María Vicente
En esta ocasión contaremos con los solistas:
Bandoneón: Marcelo Nisinman
Soprano: Carmen Acosta Sánchez
Programa:
Toru Takemitsu - Air [6’]
María Eugenia Luc- Luma galdu bat bezala (Como una pluma perdida) [11']
Kaija Saariaho - Nocturne [6’]
Tristan Murail- Paludes [12']
Ciro Hernández: Resonancias (Autor canario- Estreno)
The Beatles / arr. Luciano Berio - [11’]
- Michelle I
- Ticket to ride
- Yesterday
- Michelle II
Eduardo Rovira - Serial dodecafónico [5’]
Notas al programa:
Cada una de estas piezas nace de un gesto mínimo —un soplo, una resonancia, un ritmo familiar— y lo hace crecer hasta convertirlo en mundo sonoro. En Air, Toru Takemitsu compone casi una meditación suspendida. La pieza se despliega con una ligereza que parece no apoyarse nunca en el suelo: el aire es tanto materia como metáfora. En esta pieza, Takemitsu prescinde, a diferencia de obras anteriores, de muchas técnicas extendidas: se busca el juego del propio aire y los silencios cargados de significado. También el aire es tema para Luma galdu bat bezala. Toma su título de un poema de Joseba Sarrionandia, y toda la idea de la pieza parte de uno de sus versos, “La oscuridad se abate como una pluma perdida”. Luc trata de llevar a música el “movimiento de la pluma arrastrada por el viento”, por lo que escuchamos una música que se desplaza sin rumbo fijo, que planea, sostenida por corrientes invisibles. De una fragilidad similar surge el Nocturno de Saariaho, dedicado a la memoria de Witold Lutosławski. La noticia de la muerte del compositor le llegó mientras trabajaba en su concierto para violín Graal théâtre, de ahí que Nocturno se componga con algunos de los materiales del concierto. Es una pieza de extrema delicadeza, que parece siempre a punto de romperse. Todas estas piezas suponen una pregunta por la propia posibilidad de la composición: tanto la materia (en este caso, el aire, que posibilita todo sonido) o la transmisión de ideas o emociones que, quizá, solo pueden contarse a través de lo musical. Y de eso mismo trata también Paludes: la referencia al libro homónimo de André Gide ya nos pone en sobreaviso. Es una novela corta de un escritor quiere escribir un libro que, precisamente, se llama Paludes. Así, lo que en Gide aparece como un texto que se pliega sobre el propio gesto de su escritura, en Murail se convierte en una música que interroga sus propios límites y sentido, desplegándose en texturas que se transforman sin llegar nunca a fijarse del todo.
Del aire llegamos a la tierra: ahí se sitúa Resonancias, de Ciro Hernández. El punto de partida de Resonancias es la así llamada resonancia Schumann, esto es, la traducción de las frecuencias electromagnéticas de la tierra a espectro sonoro, que es 7,83 hercios. Al multiplicarlo por 10 para que sea audible para un oído medio humano, es decir, en 78,3 hercios, resulta casi en un mi bemol, que opera como centro armónico de la pieza y, a la vez, sirve como arranque de la pieza, pues, según el propio autor, busca construir “una atmósfera latente que emula el latido constante y lento de la Tierra. Este latido reconstruido por todo el ensemble, vuelve al final, tras una exploración de las posibilidades de ese telúrico comienzo, donde conviven imágenes de la belleza terrenal con otras que muestran lo que el humano hace contra su propio hábitat. Al ensemble se le añade el bandoneón —instrumento central del tango—, lo que conecta con el segundo bloque del programa, dedicado al cruce con lo popular.
Un mundo completamente distinto al anterior nos abren los arreglos de Berio sobre canciones de Los Beatles. Aunque pueda parecer chocante, en realidad la afinidad entre Berio y los británicos no es nada extraña. A partir de la segunda mitad de la década de los 60, los Beatles —especialmente Lennon y McCartney— estaban muy interesados en la experimentación sonora. Solo cabe escuchar canciones como “Revolution 9”. Pero también sucedía al revés: Berio admiraba a Los Beatles, de ahí que se animara a llevar a su lenguaje algunos de sus hits. Una operación de revisión de un género popular, el tango, es también lo que propone Eduardo Rovira en Serial dodecafónico, en el que, como ya anuncia su título, construye en base al dodecafonismo, aunque con ciertas concesiones por las que se cuelan huellas de la propia tradición tanguera. Si antes hablábamos del aire como metáfora, aquí la traemos de nuevo, pero para conjurar el aire fresco que implica el atrevimiento de la hibridación: se derriban —por fin— las fronteras entre géneros, repertorios y lenguajes y se muestra que la música siempre crece gracias a la negación de su pureza.
Marina Hervás
*Concierto gratuito